Gustavo Dessal – Memoria Virtual Infinita

Resulta en apariencia paradójico que el psicoanálisis, un discurso que ha arrojado tanta luz sobre la infancia, no posea una definición sobre lo que significa ser un niño. La razón es que el psicoanálisis no es una psicología evolutiva, y por lo tanto no estudia la infancia desde el punto de vista de la maduración afectiva e intelectual. Cuando Freud afirmó que el inconsciente es atemporal, nos dio a entender que la infancia está allí, para siempre, indiferente a la medida del espacio-tiempo. El inconsciente es a la vez una memoria y la posibilidad del olvido. La noción histórica de infancia es una invención moderna, el resultado de una construcción discursiva y no de un hecho natural. Hasta entonces, los niños eran simplemente adultos inacabados, y por lo tanto no requerían una consideración especial. Las asombrosas conquistas en el terreno de la Inteligencia Artificial nublan la visión de un problema cuya gravedad es cada vez más inquietante, aunque una derecha oscura quiera ocultarlo y una izquierda imprudente pase de largo. En el mundo real, el olvido y el perdón son opciones que aún existen. Pero eso no sucede en el mundo digital, donde las herramientas de la IA acumulan un número infinito de datos, los procesan, los elaboran, y extraen consecuencias que a menudo escapan al control de quienes han creado esos instrumentos. Cada uno de los clics que realizamos al día (es decir, centenares) deja un rastro, una huella. La IA configura con todos ellos una biografía personal que contiene nuestras apetencias, nuestra intimidad sexual, y hasta el paisaje imaginario de nuestros fantasmas. Si los seres hablantes en el fondo sólo gozan y no quieren saber nada, las máquinas quieren saberlo todo y no gozan de nada. ¿Cuál es el problema? Que la máquina es acéfala, y que los algoritmos no establecen ninguna barrera entre un niño y un adulto. ¿Qué supone el hecho de que los clics realizados por los niños se acumulen en la Memoria Virtual Infinita, donde el olvido no rige? Significa, por ejemplo, que los errores, los tropiezos, las transgresiones o cualquier clase de conducta ‘inapropiada’ quedarán por siempre registrados, y en el futuro computarán como parte del perfil de aquel que se ha convertido en adulto. En la vida real, un niño puede ser perdonado por haber sustraído dinero del bolso de su madre. Son cosas que se olvidan. Pero en el universo de la IA, nada se olvida ni perdona. En el año 2012 un padre se dirigió enfurecido a un punto de venta de la cadena americana de supermercados Target, exigiendo una explicación de por qué su hija de 15 años recibía constantemente mensajes con anuncios de cochecitos, biberones y otros productos para bebés. “¿Estáis empujando a mi hija a que se quede embarazada?”, bramaba el hombre. El empleado que lo atendió no atinaba a comprender lo que le estaban diciendo. Días después, el padre regresó para disculparse: en efecto, su hija estaba embarazada. Andrew Pole, ingeniero informático que trabajaba para Target, había diseñado un modelo de predicción de embarazo basado en lo que las mujeres miraban y compraban en la web. La Memoria Virtual Infinita guarda para siempre el dato de esa joven. A la IA le resulta indiferente lo que a la chica le haya ocurrido. Sólo le interesa en tanto sujeto consumidor. Sin embargo, algunos años más tarde, al solicitar una beca, un puesto de trabajo, un préstamo bancario, o una póliza de seguro, es probable que ese dato cuente, y no exactamente de manera favorable. Quizás el Nuevo Otro (que existe y de manera bien sólida, aunque esté fabricado con la materia ingrávida de los algoritmos) nunca pueda saberlo todo, pero cada vez sabe más. Por supuesto, usted puede ignorar todo esto y creer que se trata de un cuento de ciencia ficción, una teoría conspiranoica, una falsa alarma. Tal vez. O tal vez usted esté embarazado y no lo sepa.

 

Gustavo Dessal es psicoanalista y escritor, reside en Madrid.

Analista Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, Docente del Instituto del Campo Freudiano en España.