Sale un nuevo número de La libertad de pluma, y tiene novedades que, esperamos, sean del agrado del lector.
Por un lado, decidimos publicar los textos que nos llegan, en su idioma original, junto a la versión traducida al español; esto, como un modo de respetar cada pluma y con el deseo de ampliar nuestro horizonte.
Además, hemos dado forma a una sección a la que llamamos Dossier, que en cada número tomará una materia diferente, pero siempre en referencia a los temas candentes que atraviesan la época. En este caso, se tratará de la cuestión de ‘los feminismos’, así, en plural, para situar la no homogeneidad en el movimiento.
En la misma línea de inconsistir la uniformidad del ‘ismo’ para incluir sus diferencias –aunque no ya como dossier– hemos elegido un tema, el de ‘los populismos’, enfocándolo desde distintas posturas, con la perspectiva de promover cierta tensión y debate, del cual deriva una interesante distinción entre populismo y movimientos populares que puede servir al lector para sacar sus propias conclusiones.
Por otro lado, y directamente interpelando a los psicoanalistas, se abre una sección a la que hemos llamado Incidencias, con la intención de propiciar un intercambio que nos interrogue respecto del llamado que hizo J.-A. Miller convocando a los psicoanalistas a plantearnos incidir en la política, con la idea de que tenemos algo para aportar en este periodo signado por un cambio en la concepción del hombre. ‘Incidir’, por otra parte, es un término muy particular. Una de sus acepciones lo pone en la línea de ‘rasgar’, ‘dividir’, ‘hendir’, lo cual no es ajeno a un modo posible de intervenir sobre lo que acontece.
La época está induciendo a una transformación radical de la dimensión subjetiva. La racionalidad empresario-financiera cubre toda la realidad y hace de la eficacia y la eficiencia los parámetros para medir el valor del ser humano en términos de su capacidad útil. El hombre ve reducido el sentido de su existencia a hacerse gerente de su vida: tratarse a sí mismo como capital humano que rinde el máximo para obtener el mayor beneficio. Se convierte, entonces, en ‘un rendidor’, o un lastre. La promoción de la libertad absoluta vuelve a cada uno el único responsable de su destino; de este modo lo empuja a ser un individuo que se hace solo, sin deberle nada a nadie. Libre de elegir lo que quiere, dueño de su vida, amo de sus decisiones, independiente de las demandas de los otros; su otra cara es que quien es empresario de sí, a la vez, debe ser un emprendedor y un inversor confrontado con un riesgo continuo de fracasar (ante tamaña exigencia de ser único artífice de sus logros), devenir inútil e ineficaz y caer fuera del sistema. La exposición al cambio ininterrumpido, a la velocidad, a la cantidad, lo obliga a la intensificación del esfuerzo para ser competente y competitivo. Todo hay que conquistarlo y defenderlo constantemente[1]. Esto expone al sujeto a un estado de incertidumbre, vulnerabilidad e indefensión, casi rayano con el desamparo.
La clínica actual muestra una debilidad manifiesta de las identificaciones simbólicas que oficiaban favoreciendo el lazo social y lo colectivo; el significante amo desfallece. En su lugar, vemos al hombre expuesto a una única identificación que lo sostiene: ser gerente de sí. Es una identificación imaginaria, totalizante, superyoica, al servicio del empuje al goce. Lacan nos habla de “los resortes que en la malla rota de la cadena simbólica hacen subir desde lo imaginario esa figura obscena y feroz en la que es preciso ver la significación verdadera del superyó”[2].
Por su parte, Laurent caracteriza el superyó de la época como uno “a medida”, en donde “el hecho de que todos tendrán que inventar su solución particular no deja de ser un modo de conformismo del mundo actual. ¡Márquese cada vez más!, ¡Distíngase de los otros cada vez más! Sea el emprendedor de usted mismo, no sea el emprendedor de nadie más. Es eso la solución a medida. Y eso es una variante del Superyó que es paradójica. Al mismo tiempo en que se exige una distinción absoluta, eso es hecho a partir de un proceso que es común a todos”[3].
Este empuje al individualismo recuerda el carácter de ‘liberación’, subrayado por Lacan, que asoma amenazante desde la condición que impone la época: habló del ‘hombre libre’ en 1948, del ‘Otro libre’ en 1962 y del ‘objeto a liberado’ en 1969. Pero, ¿liberación respecto de qué? Vemos operar esto, por ejemplo, en relación al deseo: el Otro está cada vez más exento de transmitir un deseo no anónimo; el objeto, de causarlo; y el hombre de actuar conforme al deseo que lo habita. Licencia que conduce a la ruptura del lazo social.
Esa libertad ilimitada, al no estar orientada por el deseo, con su carácter de exceso de eficacia, conduce, como reverso, a la caída en el cansancio de ser el responsable único de su destino, a la depresión de ser el único culpable de sus inevitables fracasos, al aislamiento de no deberle nada a nadie y de tener solo vínculos superficiales y evanescentes, y a la adicción ligada al ‘cada vez más y mejor’. Acompañado todo esto de la característica de que, hoy en día, se espera que sea una pastilla o un buen coach quien elimine el síntoma. Y ese es el desafío ante el que están los psicoanalistas.
La era neoliberal empuja al hombre a ser solo su yo, a enmascarar lo real tras el imperativo superyoico, a invisibilizar al sujeto. Reniega de las diferencias, pulveriza el deseo, y promueve un sujeto puro goce: todos clones de un empuje al rendimiento. Y eso merece que nos ocupemos de ello.
Hay quienes han encontrado un modo particular de impedir la invisibilización. Lo prueba lo ocurrido en Argentina la semana pasada cuando lo que se dio en llamar “la marea verde” hizo vigilia fuera del Congreso de la Nación durante 24 hs bajo el frío, haciendo saber a nuestros diputados cuál era el deseo de la mayoría de las mujeres argentinas. Este colectivo estaba formado mayormente por jóvenes con una decisión férrea (incluso, muchos diputados mencionaron en sus discursos la influencia de sus hijas sobre ellos reclamándoles un voto afirmativo). Fueron las artífices del logro de la media sanción (si bien no debemos dejar de tener en cuenta que esto también fue posible porque el tema del derecho a decidir sobre el cuerpo propio es un tema afín a las políticas neoliberales, y uno que, no obstaculizaba los intereses políticos del gobierno).
¿Qué dimensión dar a este movimiento? ¿Qué lectura hacer de la voluntad indeclinable de las mujeres? ¿Cómo diferenciar este reclamo del de la lógica neoliberal que sostiene que uno es amo de su cuerpo y puede disponer de él a su antojo? “La revolución de las hijas” (como fue llamada por un importante diario local, Página/12) con sus pañuelos verdes, leída en continuidad con el reclamo de las mujeres que antes levantaron otros pañuelos, los blancos, ¿no muestra una revuelta contra el abuso sobre los cuerpos, tome esto la cara que tome: machismo, totalitarismo o neoliberalismo?
El reclamo de las madres y la revolución de las hijas, acaso nos indica el surgimiento de una dimensión política nueva, en estado fundacional, orientada por la decisión que encarnan las mujeres.
Antes de cerrar este Editorial, quiero dedicar unas palabras a recordar la razón de ser de esta revista. La libertad de pluma, sostenida en el espíritu kantiano de hacer escuchar las variadas voces que quieran hacer oír su decir, tiene un interés especial en la conversación y el intercambio con otros discursos y prácticas preocupadas por el destino del hombre. Psicoanalistas, sociólogos, filósofos, historiadores, economistas, politólogos, etc., son invitados y bienvenidos a incluirse en cada número para traernos su imprescindible aporte desde sus variados ángulos. “Diversidad que no obedece solamente a una idea de pluralidad, sino que nos muestra la necesidad de época de tener un intercambio entre diferentes puntos de vista y opiniones ante la complejidad que el neoliberalismo impone”[4], como señala Aníbal Leserre en el Editorial del primer número. El número da cuenta de este entretejido.
Por último, me resta agradecer a todos quienes participaron y nos dieron, nuevamente, la grata sorpresa de encontrarnos con un número más amplio del que pensábamos. Y en especial, a todos aquellos que colaboraron amablemente para hacer esta edición posible.
Esperamos que disfruten, tanto como nosotros, de la libertad de las plumas…
Marcela Ana Negro
Notas bibliográficas:
[1] Laval, Ch., y Dardot, P., La nueva razón del mundo, Gedisa, Barcelona, 2013.
[2] Lacan, J., “La cosa freudiana”, en Escritos 1, Siglo XXI, Buenos Aires, p. 416.
[3] Laurent, E., “El superyó a medida”, http://blog.elp.org.es/862/el-superyo-a-medida-sobre/
[4] Leserre, A., “Editorial”, Revista La libertad de pluma N° 1/2, www.lalibertaddepluma.org/